Varias veces hemos ido a la Patagonia andina, con viajes que se iniciaron en Bariloche, o en Ushuaia, o en Esquel, para ir ascendiendo luego hasta donde el tiempo lo permitiera (y no digo las ganas, porque las ganas siempre lo permiten).
Conocimos así verdaderos paraísos: espejos de agua de colores imposibles, glaciares inmensos, interminables, sobre los cuales nos fue dado transitar (zapatos con clavos mediante), montañas de hielo que truenan con cada nuevo desprendimiento, o selvas protegidas en las que árboles milenarios encuentran su reposo.
Visitamos ciudades típicas como San Martín de los Andes, Villa La Angostura, Calafate, El Bolsón, entre muchas otras, y nos dejamos sorprender con las que cuentan con algo menos de difusión, como Villa Traful, El Chaltén, o Trevelin.
Y en cada regreso nos quedamos con ganas de seguir viajando, y nos hicimos la promesa de volver algún día, para pasar más tiempo en los sitios ahora conocidos (ya sin el apuro de lo nuevo), y para descubrir algo más de todo lo que aún nos falta.
A lo largo de este blog (que pretende ser un modesto diario/recuerdo de viaje), intentaré hablar sobre todos estos lugares de ensueño, de la misma forma que del resto del país, que tiene también mucho qué decir y qué mostrar.
